martes, 27 de octubre de 2015




TODA CLASE DE PIELES.




Había una vez, en un lejano reino, una aldea costera muy próspera. En ella vivía una familia cuyo sustento era el trabajo del padre, era un importante mercader que recorría el mundo en busca de bienes para abastecer a varias aldeas del reino. El mercader y su esposa no tenían hijos, y de forma inesperada, ella quedó embarazada. Recibieron la noticia con agrado porque soñaban con unos hijos que les cuidaran y que siguieran con la labor de su padre, sin embargo, temían por la vida de la madre porque era algo mayor para soportar un parto.


A los ocho meses, de forma prematura nació Ágata. El parto fue muy complicado y la madre no se recuperaba de forma normal, al cabo de unos días tuvo una fiebre muy alta. Ella sabía que iba a morir y llamo al mercader para decirle sus últimas palabras entre delirios provocados por la fiebre:


-Cuida de nuestra hija Ágata como lo habríamos hecho los dos, prométeme que no le faltará nada y que crecerá feliz. También quiero que le regales a nuestra hija estas tres cosas: el anillo de rubíes que me regalaste cuando nos comprometimos, el anillo de esmeraldas que me trajiste de tu primer viaje y el anillo de diamantes de nuestra boda.


El mercader, que no soportaba ver así a su esposa aceptó, pues él también amaba profundamente a la recién nacida.


Pasaron los años y Ágata cada vez se convertía en una muchacha más y más hermosa; su larga melena negra y sus ojos de un azul profundo como el océano la hacían especial. Todas las chicas de la aldea la envidiaban por su belleza y su posición social, pero a ella no le importaba el dinero de su padre, ella soñaba con casarse con el amor de su vida y formar la familia que su madre no logró.


Cuando Ágata cumplió los 18 años, su padre le dio los 3 anillos que su madre le había dejado antes de morir; y Ágata, muy emocionada, le dio las gracias a su padre prometiéndole protegerlos con su propia vida. Pero de un momento a otro, la sonrisa se borró de su cara. El mercader le dijo:


-Hija mía, ya has cumplido los 18 años y debes casarte. Esta noche viene a cenar tu prometido.


Ágata estaba tan disgustada que se fue a su cuarto sin mediar palabra con su padre.


Al día siguiente de la cena, Ágata seguía sin querer casarse con aquel hombre que su padre había elegido para ella, no entendía por qué tenía que casarse con alguien a quien no amaba por mucho que su padre insistiera en que era uno de los mercaderes más importantes de la comarca y que sería un buen partido para ella.


La muchacha no hacía más que darle vueltas al tema de la boda y sólo pensaba en escapar de allí.


Una noche, sin que su padre se despertara, cogió los regalos que su madre había dejado para ella y se marchó sin dejar pistas de a dónde iba; sólo cogió para resguardarse del frío unos gorros fabricados con las pieles de animales de todo el mundo que su padre había ido comprando en sus viajes.


Tras días y días caminando sin llegar a ninguna parte, se paró a descansar en el bosque para seguir su camino al día siguiente. Al amanecer vio aparecer unos cazadores y se asustó. Le preguntaron quien era y ella les pidió por favor que no la mataran. Ágata tenía su larga melena negra recogida dentro del gorro que llevaba puesto y los hombres pensaron que era un hombre. Le dijeron que podría vivir en su aldea si allí aprendía un oficio y Ágata asintió porque no le quedaban muchas fuerzas y pensó que mientras no la descubrieran y no dijera su verdadero nombre podría vivir allí. Se hizo llamar Toda clase de pieles.


Las semanas pasaban y la muchacha era aprendiz de herrera; aprendía rápido y le iba bien en el oficio, vivía con su maestro y su familia pero no hablaba demasiado por temor a ser descubierta. Pero tenía un problema añadido: se había enamorado por completo de un aldeano al que apenas conocía ya que no tenía forma alguna de acercarse a él como chica.


Llegó la fiesta del verano de la aldea y durante 3 días, sus habitantes cenaban fuera de sus casas y bailaban hasta el amanecer. Ágata vio una oportunidad de salir por las noches con su verdadera identidad e intentar conocerlo así.


La primera noche se le presentó con su verdadero nombre y averiguó también el suyo, se llamaba Ben; y mientras hablaba con él le guardó uno de los anillos en el bolsillo, el de rubíes.


Al final de la noche, aquel muchacho se dio cuenta de que tenía algo en el bolsillo, al ver que era un anillo se puso muy contento pero después pensó que era mejor devolverlo cuando supiera quién era el dueño de aquella joya.


La noche del día siguiente, Ágata hizo lo mismo, se quitó uno de sus sombreros y al bailar con el aldeano le metió de nuevo un anillo en el bolsillo, esta vez el de esmeraldas. Y de nuevo, el chico se sorprendió y pensó que no podría tratarse de una simple casualidad.


El tercer y último día, Ben, que ya sabía de dónde venían los anillos, fue a la casa donde vivía Ágata mientras no había nadie, y busco entre sus cosas. Confirmó sus pensamientos, se trataba de una chica, una chica hermosísima. Mientras intentaba recogerlo todo, vio un último anillo, era de diamantes, nunca había visto algo así, y decidió cogerlo.


Aquella tarde, mientras Ágata trabajaba como el resto de días, Ben fue a verla. Ella tuvo que hacer como si realmente apenas le conociese y seguir ocultándose. El muchacho le hizo un encargo:


-Muchacho, ¿puedes realizar un trabajo para mí?


-Claro. Respondió Ágata.


-Necesito que me grabes en este anillo mi nombre junto al de mi futura esposa.


Ágata afligida por la noticia aceptó el encargo y preguntó por el nombre de la afortunada. El anillo le pareció familiar pero no quiso hacer demasiadas preguntas, no solía hablar, pensó que simplemente sería parecido al que su madre dejó para ella.


Entonces él respondió:


-Cuando me digas tu nombre, bella joven, podré grabarlo por siempre en este anillo para que dure tanto como nuestro amor.


Ágata feliz por todo lo que estaba ocurriendo, se quito su gorro de piel, dejo caer su melena negra sobre su espalda y le abrazó con todas sus fuerzas.


…Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.



JUSTIFICACIÓN


Mi adaptación estaría enfocada a alumnos de 4º, 5º y 6º de Educación Primaria, es decir, para los últimos cursos de esta etapa. Lo considero así porque es una historia que requiere tener algunos conocimientos previos sobre el tipo de vida que se cuenta en la historia y creo que para los más mayores será más fácil seguir el hilo del cuento, ya que además, es un poco largo. (http://hera.ugr.es/tesisugr/1870914x.pdf ). El niño es capaz de comprender el cuento sin tener un texto escrito de por medio, simplemente analizando otros elementos como los gestos y la entonación del emisor.


Para esta adaptación he querido cambiar el mítico personaje de princesa y convertirlo en una muchacha de buena posición pero sin ser de la nobleza. También he pensado que sería una buena idea que el personaje masculino del que Ágata se enamora fuese un aldeano más y no le príncipe que todas las niñas se imaginan; esto rompe un poco con el esquema tradicional en el que la mujer, consigue casarse siempre con un príncipe. En este caso es ella quien tiene una mejor posición social y él es un trabajador más.
He intentafo respetar el esquema básico que debe permanecer en todas las adaptaciones de cuentos folklóricos. De esta forma he adaptado esta historia manteniendo el hecho de que la protagonista sale de su hogar pero cambiando el motivo y también cambiando las azañas que le ocurren hasta que finalmente se casa.

Espero que os guste mi adaptación, que disfrutéis con ella y si tenéis ideas para mejorarla podéis comentar.