Había una vez, en un lejano reino, una aldea costera muy
próspera. En ella vivía una familia cuyo sustento era el trabajo del padre, era
un importante mercader que recorría el mundo en busca de bienes para abastecer
a varias aldeas del reino. El mercader y su esposa no tenían hijos, y de forma
inesperada, ella quedó embarazada. Recibieron la noticia con agrado porque soñaban
con unos hijos que les cuidaran y que siguieran con la labor de su padre, sin
embargo, temían por la vida de la madre porque era algo mayor para soportar un
parto.
A los ocho meses, de forma prematura nació Ágata. El parto
fue muy complicado y la madre no se recuperaba d forma normal, al cabo de unos
días tuvo una fiebre muy alta. Ella sabía que iba a morir y llamo al mercader
para decirle sus últimas palabras entre delirios provocados por la fiebre:
-Cuida de nuestra hija Ágata como lo habríamos hecho los
dos, prométeme que no le faltará nada y que crecerá feliz. También quiero que
le regales a nuestra hija estas tres cosas: el anillo de rubíes que me
regalaste cuando nos comprometimos, el anillo de esmeraldas que me trajiste de
tu primer viaje y el anillo de diamantes de nuestra boda.
El mercader, que no soportaba ver así a su esposa aceptó,
pues él también amaba profundamente a la recién nacida.
Pasaron los años y Ágata cada vez se convertía en una
muchacha más y más hermosa; su larga melena negra y sus ojos de un azul
profundo como el océano la hacían especial. Todas las chicas de la aldea la
envidiaban por su belleza y su posición social, pero a ella no le importaba el
dinero de su padre, ella soñaba con casarse con el amor de su vida y formar la
familia que su madre no logró.
Cuando Ágata cumplió los 18 años, su padre le dio los 3 anillos que su madre le había dejado antes de morir;
y Ágata, muy emocionada, le dio las gracias a su padre prometiéndole
protegerlos con su propia vida. Pero de un momento a otro, la sonrisa se borró
de su cara. El mercader le dijo:
-Hija mía, ya has cumplido los 18 años y debes casarte. Esta
noche viene a cenar tu prometido.
Ágata estaba tan disgustada que se fue a su cuarto sin
mediar palabra con su padre.
Al día siguiente de la cena, Ágata seguía sin querer casarse
con aquel hombre que su padre había elegido para ella, no entendía por qué
tenía que casarse con alguien a quien no amaba por mucho que su padre
insistiera en que era uno de los mercaderes más importantes de la comarca y que
sería un buen partido para ella.
La muchacha no hacía más que darle vueltas al tema de la
boda y decidió pedirle a su prometido algo para retrasar el enlace: Ágata le
dijo que si era capaz de traerle 10 flores, una de cada lugar al que viajara en
menos de dos meses se casaría con él. Ella sabía que era algo muy complicado
teniendo en cuenta los tiempos de las travesías y el crudo invierno. Sólo
quería hacerle perder tiempo con aquella misión para buscar una solución.
Lo que no entraba en sus planes era que el apuesto mercader
logró recoger 10 de las más bellas flores del continente en 5 semanas, algo
menos que el plazo que tenía.
Ágata no podía creerlo, el muchacho lo había conseguido, en
una semana se fijó el enlace.
La noche antes de la boda, sin que su padre se despertara,
cogió los regalos que su madre había dejado para ella y se marchó sin dejar
pistas de a dónde iba; sólo cogió para resguardarse del frío unos gorros
fabricados con las pieles de animales de todo el mundo que su padre había ido
comprando en sus viajes. Tampoco pudo coger sus maravillosos vestidos, por lo
que iba vestida con apenas unos camisones.
Tras días y días caminando sin llegar a ninguna parte, se
paró a descansar en el bosque para seguir su camino al día siguiente. La ropa
que llevaba puesta estaba desgarrada y sucia, nadie diría que era una dama de
alta sociedad. Al amanecer vio aparecer
unos cazadores y se asustó. Le preguntaron quien era y ella les pidió por favor
que no la mataran, que era un mozo fuerte y podría servirles. Ágata tenía su
larga melena negra recogida dentro del gorro que llevaba puesto y los hombres
realmente se creyeron que era un hombre. Le dijeron que podría vivir en su
aldea si allí aprendía un oficio y Ágata asintió porque no le quedaban muchas
fuerzas y pensó que mientras no la descubrieran y no dijera su verdadero nombre
podría vivir allí. Se hizo llamar Toda clase de pieles.
Las semanas pasaban y la muchacha era aprendiz de herrera;
aprendía rápido y le iba bien en el oficio, vivía con su maestro y su familia
pero no hablaba demasiado por temor a ser descubierta. Pero tenía un problema
añadido: se había enamorado por completo de un aldeano al que apenas conocía ya
que no tenía forma alguna de acercarse a él como chica.
Llegó la fiesta del verano de la aldea y durante 3 días, sus
habitantes cenaban fuera de sus casas y bailaban hasta el amanecer. Ágata vio
una oportunidad de salir por las noches con su verdadera identidad e intentar
conocerlo así.
La primera noche se le presentó con su verdadero nombre y
averiguó también el suyo, se llamaba Ben; y mientras hablaba con él le guardó
uno de los anillos en el bolsillo, el de rubíes.
Al final de la noche, aquel muchacho se dio cuenta de que
tenía algo en el bolsillo, al ver que era un anillo se puso muy contento pero
después pensó que era mejor devolverlo cuando supiera quién era el dueño de
aquella joya.
La noche del día siguiente, Ágata hizo lo mismo, se quitó
uno de sus sombreros y al bailar con el aldeano le metió de nuevo un anillo en
el bolsillo, esta vez el de esmeraldas. Y de nuevo, el chico se sorprendió y
pensó que no podría tratarse de una simple casualidad.
Sin embargo, algo ocurrió la tarde antes de la última noche
de celebraciones, el herrero y su aprendiz, Ágata, estaban ultimando
preparativos de adornos que les habían encargado, ella y Ben cruzaron miradas.
Se asutó muchísimo, pues temía ser descubierta y en seguida apartó los ojos de
su rostro, pero Ben notó algo raro, le sonaba demasiado su cara pero no lograba
definirlo.
El tercer y último día, Ben, que ya sabía de dónde venían
los anillos, fue a la casa donde vivía Ágata mientras no había nadie, y busco
entre sus cosas. Confirmó sus pensamientos, se trataba de una chica, una chica
hermosísima. Mientras intentaba recogerlo todo, vio un último anillo, era de
diamantes, nunca había visto algo así, y decidió cogerlo.
Aquella tarde, mientras Ágata trabaja como el resto de días,
Ben fue a verla. Ella tuvo que hacer como si realmente apenas no le conociese y
seguir ocultándose. El muchacho le hizo un encargo:
-Muchacho, ¿puedes realizar un trabajo para mí?
-Claro. Respondió Ágata.
-Necesito que me grabes en este anillo mi nombre junto al de
mi futura esposa.
Ágata afligida por la noticia aceptó el encargo y preguntó
por el nombre de la afortunada. El anillo le pareció familiar pero no quiso
hacer demasiadas preguntas, no solía hablar, pensó que simplemente sería
parecido al que su madre dejó para ella.
Entonces él respondió:
-Cuando me digas tu nombre, bella joven, podré grabarlo por
siempre en este anillo para que dure tanto como nuestro amor.
Ágata feliz por todo lo que estaba ocurriendo, se quito su
gorro de piel, dejo caer su melena negra sobre su espalda y le abrazó con todas
sus fuerzas.
…Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Mi adaptación estaría enfocada a alumnos de 3º y 4º de
Educación Primaria. Lo considero así porque es una historia que requiere tener
algunos conocimientos previos sobre el tipo de vida que se cuenta en la
historia y creo que en esta edad ya reconocen partes de la historia como puede
ser la Edad Media. (http://hera.ugr.es/tesisugr/1870914x.pdf ). El niño es capaz de comprender el cuento sin tener un texto
escrito de por medio, simplemente analizando otros elementos como los gestos y
la entonación del emisor, aunque esto ocurre desde Educación Infantil.
Para esta adaptación he querido cambiar el
mítico personaje de princesa y convertirlo en una muchacha de buena posición
pero sin ser de la nobleza. También he pensado que sería una buena idea que el
personaje masculino del que Ágata se enamora fuese un aldeano más y no le
príncipe que todas las niñas se imaginan; esto rompe un poco con el esquema
tradicional en el que la mujer, consigue casarse siempre con un príncipe. En
este caso es ella quien tiene una mejor posición social y él es un trabajador
más.
Espero que os guste mi adaptación, que
disfrutéis con ella y si tenéis ideas para mejorarla podéis comentar.
Solo veo un cambio, Maribel... el hecho de que la chica pida las flores. Lo demás está igual, sigue sin respetar el esqueleto del cuento, el rol de la protagonista y la lógica del descubrimiento de los anillos.
ResponderEliminarEn cuanto a las explicaciones, siguen siendo generales y no justificadas en la edad de los niños en sí, sino en tu propia forma de ver el mundo.
Relee el tema 2 y verás que una adaptación debe modificar sola y exclusivamente aquello que no sea adecuado para la edad de los receptores. Todo lo demás hay que evitarlo porque deja de ser una adaptación para convertirse en un cuento inspirado en otro que no cumplirá la misma función que debe cumplir, en el aula, el uso del folclore.